miércoles, 15 de junio de 2022

SENDERO OMINOSO

 SENDERO OMINOSO

Por: Manuel Guerra 


Parafraseando a Zavalita, podríamos preguntarnos: ¿Cuándo se jodió Sendero Luminoso?, o, en otras palabras: ¿Cuándo dejó de ser una organización de izquierda para convertirse en una estructura reaccionaria, degenerada moralmente, que hoy opera en el movimiento popular de la mano de los servicios de inteligencia sembrando desconfianza, difundiendo mentiras, dividiendo a sus organizaciones?


Como es sabido, en el árbol genealógico de la izquierda peruana, SL es una rama que se desprende de las bifurcaciones y divisiones del tronco matriz fundado por José Carlos Mariátegui en 1928. Apareció a finales de los 60 del siglo pasado, fruto de la ruptura del grupo encabezado por Abimael Guzmán con el PCP – Bandera Roja que lideraba Saturnino Paredes. 


Para entonces, Abimael Guzmán estaba empeñado en elaborar una “teoría” propia, en la que resulta evidente la asimilación antimarxista del marxismo,  la errónea interpretación del pensamiento del Amauta y de Mao Zedong, su apego al izquierdismo de la Revolución Cultural, la influencia del mesianismo bíblico, lo que en conjunto da como resultado una doctrina voluntarista, que no toma en cuenta la realidad objetiva, que exalta el papel del individuo y el culto a la personalidad, que distorsiona el principio del centralismo democrático para justificar el autoritarismo y el sometimiento de la militancia a la “jefatura”; que, en esa misma dirección, coloca al partido, ya no al servicio de las masas, como es el principio marxista, sino al revés, son las masas las que deben obediencia al partido, a cuya cabeza se encuentra un personaje iluminado, que nunca se equivoca, que a nadie rinde cuentas, que está por encima del bien y del mal. 


Así y todo, en los 70 aún se consideraba a SL como una corriente de izquierda —una izquierda “infantil”, como se decía entonces, acudiendo al adjetivo que usaba Lenin para referirse a los sectores radicalizados de la pequeña burguesía que confundían sus deseos con la realidad;  pero izquierda al fin y al cabo—, con quien había que debatir y deslindar, sobre todo en los claustros universitarios, donde sus militantes establecían airadas polémicas para sostener que la dictadura militar de entonces tenía un carácter fascista, que la sociedad peruana era semifeudal, que el trabajo de los partidos de izquierda en los sindicatos y sectores populares era un despreciable reformismo y que lo que correspondía hacer era preparar la guerra popular del campo a la ciudad.


Aunque en aquel periodo, en medio de las formidables luchas de masas contra la dictadura militar de Morales Bermúdez, casi todas las agrupaciones de izquierda pensaban en la inminencia de la revolución, a todos sorprendió que Sendero Luminoso pasara de las palabras a los hechos, justo en el momento en que los militares, derrotados, se retiraban a sus cuarteles y se abría paso la instalación de la Asamblea Constituyente y, acto seguido, la convocatoria a elecciones generales en 1980. Abimael Guzmán, que para entonces había vencido las resistencias internas que se oponían a una aventura militar y llevado a cabo la escuela preparatoria para el inicio de la lucha armada, escogió la víspera de las elecciones, 17 de mayo, para el inicio de sus acciones violentas en el lejano poblado de Chuschi, en Ayacucho.


Aún, cuando en las filas de la izquierda se tuvo claro que se trataba de una decisión irracional, las acciones iniciales de Sendero no dejaron de causar impacto en una militancia que se había forjado con el mito revolucionario y algunos de sus elementos radicalizados se fueron a buscar la revolución tras esas huellas y, más tarde también siguiendo los rastros del MRTA. Vale recordar que el Perú había tenido experiencias guerrilleras que, no obstante, también estar dominadas por el voluntarismo y el foquismo, se habían legitimado en los sectores populares por los códigos morales que encarnaban, el respeto a las masas, el heroico romanticismo de sus protagonistas.


Se pensaba que tal vez Sendero iba a ir por esa ruta; el multitudinario sepelio de Edith Lagos, en septiembre de 1982, en Ayacucho, evidencia que en aquel entonces en determinados sectores de la población existía un sentimiento que conectaba con sus acciones, o que por lo menos pensaban que de ese modo se estaba ajustando cuentas con un Estado que los había postergado y excluido durante toda la república.


Lo cierto es que ni las condiciones existentes, ni la concepción senderista calzaban con el desarrollo de una “guerra popular”, como proclamaba. Más allá del hecho señalado, Sendero carecía de una sólida base popular que le permitiera dar consistencia a un movimiento guerrillero; degeneró entonces en el terrorismo puro y duro. Impotente de ganar a las masas, se desbocó con furia su autoritarismo larvado, enfiló sus armas contra poblaciones indefensas e impuso el miedo como vehículo de sometimiento, asesinó a alcaldes, comuneros, declaró a los partidos de izquierda enemigos y obstáculos de la revolución; despreció a la labor sindical, ajustició también a militantes de izquierda, dirigentes sindicales, luchadores sociales, maestros, estudiantes. Siguiendo la lógica perversa que a más pobreza más revolución, destruyó maquinarias, instalaciones y cultivos, diezmó al ganado, prohibió llevar los productos al mercado. 


Ese es el momento en que se jodió Sendero, que consumó su abandono a las filas de izquierda y el pueblo para pasarse al lado de los enemigos. No podemos decir que Abimael Guzmán abandonara el marxismo, porque realmente nunca lo fue, nunca comprendió el marxismo, ni actuó como tal; tampoco su doctrina tiene conexión con el pensamiento de Mariátegui o el de Mao Zedong. Todas sus elucubraciones teóricas, que él mismo se encargó de denominar “pensamiento Gonzalo” son una burda impostura, un contrabando ideológico para erigirse como la “cuarta espada”, nada más, ni nada menos, que colocándose al lado de Marx, Lenin y Mao.


Sería cómico si no sería trágico. Alimentadas por esa concepción mesiánica, autoritaria, de culto a la violencia, pero también de extrema cobardía, las huestes de Sendero cometieron los más horrendos crímenes, cebándose abusivamente con los humildes campesinos de la sierra. La matanza de Lucanamarca, ocurrida el 3 de abril de 1983, en la que 69 pobladores fueron salvajemente asesinados, nos muestra el desprecio que tenían por la vida de la gente del pueblo, la sevicia que acompañaba a sus actos. De los asesinados, 18 eran niños, 11 mujeres, algunas de ellas embarazadas; la mayoría de ellos fueron muertos con machete y hacha, otros fueron ajusticiados con disparos a la cabeza; la masacre incluyó golpes, quemaduras con agua hirviendo, pisoteo de las cabezas de los niños.


¿Por qué tanta crueldad? ¿acaso de trató de una euforia criminal que se desató irracionalmente? Nada de eso; se trató de un acto fríamente planificado, decidido por la cúpula senderista. Nada más revelador que las palabras de Abimael Guzmán, cuando se refiere a este hecho en la llamada “Entrevista del Siglo”, en la que la megalomanía, el cinismo, la soberbia y el convencimiento que saldría impune, lo llevan a hacer la siguiente confesión: 


“Frente a acciones militares reaccionarias… respondimos con una acción devastadora: Lucanamarca. Ni ellos ni nosotros lo hemos olvidado, es seguro, porque obtuvieron una respuesta que no imaginaron posible. Más de 80 fueron aniquilados, esa es la verdad. Y decimos abiertamente que hubo excesos, como se analizó en 1983. Pero todo en la vida tiene dos aspectos. Nuestra tarea fue asestar un golpe devastador… para hacerlos entender que no iba a ser fácil. En algunas ocasiones, como esa, fue la jefatura central misma quien planeó la acción y dio las instrucciones. Así es como era. En ese caso, lo principal es que les asestamos un golpe devastador, los detuvimos y entendieron que estaban tratando con un tipo diferente de luchadores populares, que no éramos los mismos que aquellos con los que habían peleado antes. Esto fue lo que entendieron. Los excesos son el aspecto negativo… si diéramos a las masas muchas restricciones, requerimientos y prohibiciones, no significaría que en el fondo no quisieron que las aguas se desbordaran. Y lo que necesitábamos era que las aguas se desbordaran… porque sabemos que cuando un rio desborda sus orillas, causa devastación… El punto principal era hacerles entender que éramos una nuez dura de romper y que estábamos listos para todo”.


Lucanamarca fue el caso más emblemático de las numerosas masacres y asesinatos que llevó a cabo Sendero Luminoso, que no se circunscribieron a las zonas rurales, sino que se extendieron también a las ciudades, tal es el caso del aniquilamiento de María Elena Moyano, el atentado de la calle Tarata, en Miraflores, los asesinatos de militantes de izquierda, dirigentes gremiales, de estudiantes y maestros a lo largo y ancho del territorio nacional. La Comisión de la Verdad cuenta con testimonios e información documentada de los miles de muertos ocasionados por Sendero Luminoso, la gran mayoría de ellos civiles que no estaban involucrados en el conflicto. Muchos de estos asesinatos fueron llevados a cabo bajo la aplicación de la “democracia popular” al estilo senderista: La incursión de sus columnas armadas en los poblados, la convocatoria forzada a los habitantes para que participen en los denominados “juicios populares”, que invariablemente terminaban en el ajusticiamiento de los que ellos consideraban soplones, traidores o enemigos de la revolución.  


Abimael Guzmán, el flamígero adalid de la violencia, el que afirmaba no temer a la muerte y que la vida la llevaba en la punta de los dedos, el muy valiente que decía ser como una nuez dura de romper a la hora de justificar la matanza de campesinos inocentes, a los que consideraba simples “mesnadas”, fue capturado como un gatito domesticado, sin oponer ninguna resistencia. Se lo vio obedecer dócilmente las indicaciones de sus carceleros, luego recibir una torta de cumpleaños de manos de Montesinos, negociar un “acuerdo de paz”.


Durante el periodo de las acciones armadas, Sendero Luminoso sirvió a la perfección a los planes de la derecha para golpear al conjunto de la izquierda y al movimiento popular. La teoría marxista fue desacreditada, lo mismo que el pensamiento de Mariátegui y el de Mao Zedong. También fueron objeto de satanización los partidos comunistas, sus símbolos, como la bandera roja y la hoz y el martillo, los mismos que fueron hollados por aquella organización terrorista. La represión se extendió a todos ellos.


Una vez firmado el “acuerdo de paz” las huestes senderistas se dividieron, y una parte de ellos permanece en el VRAEM, coludida con el narcotráfico. Los otros se han dedicado a infiltrarse y dividir a las organizaciones populares, e incluso participar en determinadas organizaciones políticas. Resulta sintomático que los ataques de Sendero en la actualidad se concentren exclusivamente contra el Partido Comunista del Perú - Patria Roja, a todas luces convertido en su enemigo principal. Colocados del lado del enemigo de clase, su objetivo es desacreditar a Patria Roja usando a mansalva la mentira, la calumnia, el soplonaje. Pretendieron capturar la dirigencia del Sutep y no lo consiguieron; optaron por dividirlo a través de los Conare y el Movadef y tampoco lo consiguieron, a pesar del apoyo prestado por el Apra en tiempos de Huaynalaya y el respaldo del fujimorismo y ciertos “ingenuos” parlamentarios de otras tiendas políticas a Pedro Castillo; entonces con la ayuda de la patronal formaron su propio gremio, a ojos vista sin significación alguna.


Actualmente Sendero está realizando una frenética e innoble campaña para destruir la institución previsional del magisterio, Derrama Magisterial. Quitar la representación del Sutep en dicha institución y hacerla quebrar a través del retiro de los fondos por parte de sus afiliados es su meta, en la misma línea que lo intentó el gobierno de Alan García. Así como a Sendero Luminoso no le interesó un mínimo el bienestar de los campesinos, tampoco le interesa el bienestar de los maestros, ni tiene reparos en pretender destruir, en comparsa con los banqueros y la derecha neoliberal, una institución exitosa que otorga muchos beneficios a sus afiliados. Para Sendero el fin justifica los medios, no tiene escrúpulos ni empacho en caer en las prácticas más abyectas. Así ha sido antes y así es hoy. Con esto tenemos que lidiar.

martes, 21 de septiembre de 2021

KANT MAO Y GUZMAN

 Kant – Mao – Guzmán 

Abimael Guzmán comenzó a elaborar su argumento ideológico con su tesis sobre la teoría del espacio en Inmanuel Kant y lo terminó de formar con una reinterpretación del pensamiento de Mao Tse Tung. Su propuesta, el “pensamiento Gonzalo”, fue ofrecida por él como la aplicación del maoísmo a la realidad peruana, lo que en parte es cierto. Sus apologistas y el mismo Abimael presentan el devenir de sus ideas como una constante de etapas que se cierran. En este sentido, la tesis sobre Kant del joven Guzmán sería tan solo un hito académico que no tuvo mayor impacto en la estructuración de su pensamiento. Sin embargo, un análisis de sus escritos y de su accionar nos lleva a plantear la idea de que, en cuanto al tema de las relaciones entre los diversos modos de producción de la verdad, hay más cercanías con el pensador alemán que con el líder chino. Lo que digo es que Guzmán era más iluminista y realizaba una comprensión del entorno con una noción de sujeto abstracto-deslocalizado, o sea un acercamiento más epistémico occidental que el que realizaba Mao. Obviamente, estoy dejando a un lado los temas estrictamente ideológicos y políticos que son decisivos en el maoísmo. Tampoco ignoro que, finalmente, Mao no escapaba del proyecto occidental del socialismo. Pero en el aspecto precisado arriba -la relación entre los modos de producción de la verdad-, existe una diferencia que no es menos importante: Mao, a pesar de los límites que le impuso el occidentalismo era un dirigente muy compenetrado con la cultura de su pueblo, por ello su marxismo resultaba más significativo para la militancia campesina. Sus obras están pobladas de fábulas, mitos y leyendas populares, como “El viejo tonto de las dos montañas”, un relato que le sirve para hacer una ilustración del poder de la voluntad, mientras que Guzmán para los mismos fines recurre a la Novena Sinfonía de Beethoven. Mao apela también a la historia china, por ejemplo, al hablar de dos líderes campesinos del siglo VIII, los “insurrectos errantes”, para criticar las guerrillas aisladas de su propio tiempo; Guzmán recurre a Macbeth de William Shakespeare. Mao extrae frases de La Crónica de los tres reinos, novela escrita en el siglo XII, y de una obra más antigua: el Tao Te King del pensador chino Lao Tse. Nada parecido encontramos en Abimaél Guzmán. Si admira a Vallejo es por su militancia comunista, no por la profundidad intimista, el quiebre sintáctico o la resignificación/invención de las palabras que podemos ver en Trilce. El nivel argumentativo de Guzmán es aplastantemente conceptual y racional, carente de lazos con la cultura popular. Quizás sea cierto que con Sendero “el marxismo se expresa en quechua”, pero eso no significaba que se alimentaba de la tradición, como en el caso de Mao donde la fábula en sí misma encierra una verdad. Y con esto volvemos nuevamente a Kant. Por supuesto, Guzmán no coincide con la teoría kantiana y el objetivo de su tesis es demostrar la materialidad del espacio, como buen marxista-leninista. Pero hay varios puntos en común, además de un interés especial por la geometría. Uno es el determvinismo. La filosofía de la historia de Kant –precursora del evolucionismo del siglo XIX–, consiste en un encadenamiento lógico donde el concepto de necesidad es imprescindible para entender la dialéctica entre el carácter social y la insociabilidad del ser humano que nos ha llevado conflictivamente a partir de la naturaleza por una línea de progreso que inevitablemente desembocará en una sociedad armónica. Pero en Guzmán el relato determinista se alarga en el pasado hasta los 15 mil millones de años (el big bang) y en el futuro hasta la sociedad de la gran armonía (el comunismo), a la que por necesidad estamos marchando. Otro punto en común con el iluminismo Kantiano es la construcción de un sujeto de conocimiento en estado puro, dotado del poder de la razón y además carente de historicidad. En el caso de Guzmán, no hay mayor condicionamiento que el teórico-ideológico (ni si quiera el condicionamiento de clase, típico de los sociólogos marxistas, es tan importante como lo teórico-ideológico). De ese modo la verdad se obtiene a partir del empleo adecuado de la teoría y la razón en el trabajo con la realidad. Finalmente, ambos tienen una concepción epistemológica no solo iluminista y occidentalista, sino también machista. No hablo del feminismo político que sí lo había en Sendero Luminoso, aunque aquí diré también que en este aspecto era más racional que el feminismo de los maoístas chinos atento a las demandas del cuerpo femenino, lo que nos remite nuevamente a lo epistemológico como marcador de las diferencias entre uno y otro maoísmo. Cuando Kant afirmaba que la razón estaba por encima de los Pirineos, se refería básicamente a la mitad de la población de esa región, o sea a los hombres (como bien han precisado varios estudiosos). Kant ha embellecido el conocimiento científico (dice Deleuze) con cualidades masculinas, ha favorecido a lo suprasensible en perjuicio de lo sensible. La solidez, el razonamiento “penetrante” son superiores a la pasión o la intuición asociadas con lo femenino, idea que luego repitieron positivistas y, por supuesto, marxistas-leninistas. Guzmán ha operado de modo similar (sexualizadando, masculinizando) lo que él cree es la epistemología de Mariátegui: 

"[Mariátegui] toma el marxismo-leninismo y lo introduce y lo funde en nuestra realidad, lo mete en nuestra patria, lo encarna en nuestro suelo, y al encarnarlo, introducirlo, al penetrarlo en nuestra patria con el marxismo, nos alumbra con un pensamiento que aún sigue vigente".

Estas ideas, expuestas en 1968, son la base para comprender la instrumentalización de comunidades campesinas y pobladores de las ciudades del país. Instrumentalización similar, aunque en otra dirección a la ejercida por terratenientes, capitalistas y sus políticos. La verdad es que en Abimael Guzmán confluyen varias historias: el marxismo-leninismo, el maoísmo y en general la epistemología occidental que tiende a la instrumentalización de la diversidad de sujetos. Socialismo científico y capitalismo científico, y su versión última el neoliberalismo, son parte de una misma historia de la modernidad mundial y de la modernidad peruana en particular. Las respuestas discursivas alternativas al terror, siendo meritorias, no salían de ese marco conceptual donde lo pasión es irracional, la emoción no es inteligente y requieren “del marxismo y su capacidad de razonamiento” (como creía Flores Galindo). Hoy no podemos pensar de esa manera, no solo en lo que concierte a lo epistemológico sino también a lo político, porque lo primero conduce a instrumentalizar lo emocional, lo popular y de paso distorsionar lo femenino, a considerarlos (como se hace con el quechua) como medios, instrumentos, y no como portadores de verdad, y lo segundo (lo político) a buscar la destrucción de lo acertado que puedan contener posturas ideológicas distintas, como lo hacen recíprocamente el marxismo y el neoliberalismo. (ARZ, 20/09/21)

domingo, 19 de septiembre de 2021

LA MUERTE DE GUZMAN

La muerte de Guzmán 19 de septiembre de 2021|columnas Que difícil es ser Dios en este mundo terrenal para quien creía ser alfarero de la nueva revolución mundial y osó elevar “su pensamiento” a niveles superlativos. Así inicia el título que Carlos Iván Degregori dedicó a su trabajo donde estudia la violencia sobredimensionada con que Abimael Guzmán matizó a su organización y a su propia figura, como el profeta. No solo Degregori logró examinar el enmarañado sistema de ideas y accionar con que el senderismo se articuló. Los estudios sobre Sendero tienen varias entradas; más de un investigador, ya en las últimas décadas de concluida la guerra interna, ha trabajado sobre este periodo. Por eso sorprende cuando se oyen voces que “reclaman” que no se hacen suficientes esfuerzos que satisfaga eso de que “quien no conoce su historia está condenada a repetirla”. La literatura es abundante; desde el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), las investigaciones nacionales y extranjeras, las realizadas por las FFAA y hasta las confrontaciones de miradas de los contrarios como las que aparecen en La guerra senderista. Hablan los enemigos de Antonio Zapata. El problema, entonces, no es la falta de información, es la actitud esquiva o, en el peor de los casos, el negacionismo de los hechos desde el discurso oficial. La hipocresía llega a tal descaro que proponen anular de los planes educativos el periodo de la guerra interna surgida en los 80. Por todo eso es que la muerte de Guzmán se convirtió en el tema principal de la agenda nacional por varios días, motivando enconadas propuestas para decidir el destino del cuerpo hasta penosas escenas de histrionismo protagonizadas por ciertos políticos y ciudadanos de derecha. La verdad es que tampoco el gobierno ha sabido encauzar mejor la situación y el debate, y se ha movido, otra vez, al compás de las fuerzas conservadoras. La muerte del líder senderista no ha salido de la órbita del discurso del terruqueo. No es casualidad, existe un fuerte componente de poderes interesados en gastar una estrategia empeñada en desvirtuar la historia y mantener una sombra de zozobra constante en la sociedad. Si se supone-según versión oficial- que el enemigo del Estado ha sido vencido y que se ha consolidado la llamada “pacificación nacional”, entonces ¿qué necesidad hay de atormentar diariamente a la ciudadanía con el fantasma del terrorismo y de etiquetar como “terruco” a las voces discrepantes? Por si fuera poco, se escucharon gritos que parecieron venir del medioevo y que exigían la exhibición de los restos de Guzmán. En esos términos es como se redujo todo el debate: al tratamiento del cuerpo del enemigo, como si la respuesta a todos estos años de conflicto fuese la de ofrecer un espectáculo de escarmiento del derrotado ante la sociedad. Todavía permanecen expuestas las secuelas del conflicto armado interno y queda mucho por reparar. Lastimosamente algunos cabalgan sobre el sufrimiento, las emociones y las pasiones de la sociedad y descartan todo ejercicio que conlleve al reconocimiento de las vigas estructurales sobre las que se sostiene, que al fin y al cabo son las que mejor pueden explicar nuestra historia. Esta estrechez de enfoque, por un lado, impide ver la relación entre violencia y política que ha existido-y existe-en el Perú. La violencia política no nace con Sendero ni es posible que se agote pese al ocaso del senderismo. Este fenómeno ha estado muy asociado en numerosos momentos de nuestra historia. En el siglo XIX, ocurriría el golpe de estado promovido por los hermanos Gutiérrez, que encontrarían una escalofriante muerte al ser ejecutados, sus cuerpos colgados en la Catedral y luego arrojados a la hoguera en la Plaza de Armas de Lima. En el siglo XX, en los 30, el APRA protagonizó la llamada “revolución de Trujillo”, que fue el levantamiento armado que le costó la persecución y fusilamientos de militantes y que tendría como desenlace el asesinato del presidente Sánchez Cerro. Para los 60 se desarrollan diversas experiencias guerrilleras inspiradas en los movimientos revolucionarios que estallaron en el mundo, especialmente en Latinoamérica. Como vemos, el fenómeno de la violencia política ha estado muy cercano en la sociedad peruana antes de Sendero, pero con otros protagonistas. Por otro lado, la conducta de azuzar el tema de la muerte y exponerla como una suerte de triunfo de la sociedad ante el terror, no contribuye en la superación de las heridas que ha dejado la guerra interna, por el contrario, incurren, paradójicamente, en un sentido semejante como el senderismo se identificó con la muerte. Parece que no hubieran comprendido nada de ellos. Sendero hizo uso del lenguaje de lo simbólico para construir un relato y mecanismos de movilización de su aparato ideológico y organizacional. Las permanentes alusiones al martirologio, al sacrificio y a la muerte en sus discursos, constituyeron componentes vitales en su desarrollo. Sendero tuvo la capacidad de convertir un hecho tan luctuoso (como fue la matanza en los penales en junio de 1986) en un factor cohesionador, de tal modo que pasaba del terreno discursivo a una ofensiva inmediata contra el Estado al presentar la muerte de sus presos como un triunfo moral, político y militar. Un día después de la muerte de Guzmán, se cumplía un año de su detención ocurrida en 1992. Ese año parecía que la alegoría del genio y la botella estaba representada en el encierro perpetuo de un personaje que había extremado el recurso de la violencia apelando al fanatismo y la irracionalidad. Se percibía una sensación generalizada de alivio en la sociedad, como si la violencia desatada en siglos se hubiera concentrado en una sola persona y que no saldría jamás, decía Degregori. Los años que vinieron evidenciaron lo contrario. La violencia continuó expresándose de otras maneras y, desde el 90 hasta hoy, subsisten algunas de las condiciones que le sirven de germen. La discriminación social, el racismo, la desigualdad, entre otros problemas sociales, son los verdaderos “genios” y las razones que urge atender, precisamente para no repetir fenómenos de violencia política y social tan estremecedores como los que ha vivido nuestra sociedad.

viernes, 17 de septiembre de 2021

UN RUMBO DISTINTO A LA BARBARIE

 UN RUMBO DISTINTO A LA BARBARIE

Por: Manuel Guerra
La muerte de Abimael Guzmán y su cadáver insepulto ha mostrado, una vez más, hasta qué punto está fracturada la sociedad peruana; hasta qué punto es tarea imposible unificar al país y colocarlo frente a los retos del presente siglo, manteniendo las actuales estructuras económicas, políticas, sociales y culturales.
Al terrorismo demencial de Sendero Luminoso se le opuso la no menos demencial guerra sucia por parte del Estado. El resultado fue una vorágine de sangre, en la que la peor parte la llevaron los campesinos olvidados e indefensos, que no tenían nada que ver con el conflicto. Muchos peruanos, sobre todo los que vivían en Lima y las grandes ciudades, apenas se preocupaban de las matanzas que ocurrían en las lejanas zonas rurales. Ignoraban que existían compatriotas sin derechos, arrojados a la miseria y exclusión, que hablaban idiomas distintos, que eran portadores de una cosmovisión y cultura diferentes. Solo se preocuparon cuando vinieron los apagones, los coches bombas, la acción dinamitera del Jr. Tarata.
Sendero fue derrotado y sus cabecillas encerrados. Se nombró una Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que sacó a luz los horrores de las matanzas, la violación de los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad y los genocidios. Pero de reconciliación no hubo nada. Los vencedores hicieron tambores con el pellejo de los vencidos, tomaron licor en sus cráneos y ahora pretenden botar las cenizas de Guzmán por el desagüe; no les importó saber ni modificar las condiciones y causas que originaron el conflicto; miraron con desprecio a las poblaciones campesinas, como si ellas fueran las culpables, criminalizaron las protestas sociales, achacaron las muestras de descontento a la labor de agitadores profesionales, los comunistas, a quienes endilgaron el mote de terroristas.
Sendero, que enlodó al marxismo, al pensamiento de Mariátegui, que usurpó el nombre y símbolos del Partido Comunista, jamás se hizo una autocrítica, ni pidió perdón al país por los crímenes que perpetró. Buscó recomponerse, infiltrarse en las organizaciones populares y partidos de izquierda, a quienes anteriormente había considerado enemigos, combatido con saña y asesinado a sus miembros. Un sector se ha coludido con el narcotráfico; otro ha colgado las armas, ha construido organismos de fachada, practica el entrismo, difunde mentiras en contra de su mortal enemigo, Patria Roja, divide a los sindicatos y organizaciones populares, con el propósito de acceder a los niveles del Estado, contar con una base social y una estructura electoral.
El Perú no puede polarizarse entre la caverna ultraderechista y el senderismo; hay que combatir y repudiar a ambos sin concesión alguna, advirtiendo que los remanentes senderistas están siendo sobredimensionados para justificar la ofensiva reaccionaria, sediciosa y golpista, que está en marcha. Es momento de colocar en agenda el debate constitucional en torno al proyecto de país que necesitamos construir; el paso a una nueva república que debe integrar y unificar a la diversidad que somos, ejercitar una verdadera democracia, llevar a cabo una profunda renovación moral y una nueva cultura política, desarrollar el conocimiento, la ciencia y la tecnología para lograr la reorientación económica y colocarla al servicio del bienestar material y espiritual de los peruanos y peruanas.
¡Otro Perú es posible, unidos podemos lograrlo!