UN RUMBO DISTINTO A LA BARBARIE
Por: Manuel Guerra
La muerte de Abimael Guzmán y su cadáver insepulto ha mostrado, una vez más, hasta qué punto está fracturada la sociedad peruana; hasta qué punto es tarea imposible unificar al país y colocarlo frente a los retos del presente siglo, manteniendo las actuales estructuras económicas, políticas, sociales y culturales.
Al terrorismo demencial de Sendero Luminoso se le opuso la no menos demencial guerra sucia por parte del Estado. El resultado fue una vorágine de sangre, en la que la peor parte la llevaron los campesinos olvidados e indefensos, que no tenían nada que ver con el conflicto. Muchos peruanos, sobre todo los que vivían en Lima y las grandes ciudades, apenas se preocupaban de las matanzas que ocurrían en las lejanas zonas rurales. Ignoraban que existían compatriotas sin derechos, arrojados a la miseria y exclusión, que hablaban idiomas distintos, que eran portadores de una cosmovisión y cultura diferentes. Solo se preocuparon cuando vinieron los apagones, los coches bombas, la acción dinamitera del Jr. Tarata.
Sendero fue derrotado y sus cabecillas encerrados. Se nombró una Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que sacó a luz los horrores de las matanzas, la violación de los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad y los genocidios. Pero de reconciliación no hubo nada. Los vencedores hicieron tambores con el pellejo de los vencidos, tomaron licor en sus cráneos y ahora pretenden botar las cenizas de Guzmán por el desagüe; no les importó saber ni modificar las condiciones y causas que originaron el conflicto; miraron con desprecio a las poblaciones campesinas, como si ellas fueran las culpables, criminalizaron las protestas sociales, achacaron las muestras de descontento a la labor de agitadores profesionales, los comunistas, a quienes endilgaron el mote de terroristas.
Sendero, que enlodó al marxismo, al pensamiento de Mariátegui, que usurpó el nombre y símbolos del Partido Comunista, jamás se hizo una autocrítica, ni pidió perdón al país por los crímenes que perpetró. Buscó recomponerse, infiltrarse en las organizaciones populares y partidos de izquierda, a quienes anteriormente había considerado enemigos, combatido con saña y asesinado a sus miembros. Un sector se ha coludido con el narcotráfico; otro ha colgado las armas, ha construido organismos de fachada, practica el entrismo, difunde mentiras en contra de su mortal enemigo, Patria Roja, divide a los sindicatos y organizaciones populares, con el propósito de acceder a los niveles del Estado, contar con una base social y una estructura electoral.
El Perú no puede polarizarse entre la caverna ultraderechista y el senderismo; hay que combatir y repudiar a ambos sin concesión alguna, advirtiendo que los remanentes senderistas están siendo sobredimensionados para justificar la ofensiva reaccionaria, sediciosa y golpista, que está en marcha. Es momento de colocar en agenda el debate constitucional en torno al proyecto de país que necesitamos construir; el paso a una nueva república que debe integrar y unificar a la diversidad que somos, ejercitar una verdadera democracia, llevar a cabo una profunda renovación moral y una nueva cultura política, desarrollar el conocimiento, la ciencia y la tecnología para lograr la reorientación económica y colocarla al servicio del bienestar material y espiritual de los peruanos y peruanas.
¡Otro Perú es posible, unidos podemos lograrlo!