martes, 21 de septiembre de 2021

KANT MAO Y GUZMAN

 Kant – Mao – Guzmán 

Abimael Guzmán comenzó a elaborar su argumento ideológico con su tesis sobre la teoría del espacio en Inmanuel Kant y lo terminó de formar con una reinterpretación del pensamiento de Mao Tse Tung. Su propuesta, el “pensamiento Gonzalo”, fue ofrecida por él como la aplicación del maoísmo a la realidad peruana, lo que en parte es cierto. Sus apologistas y el mismo Abimael presentan el devenir de sus ideas como una constante de etapas que se cierran. En este sentido, la tesis sobre Kant del joven Guzmán sería tan solo un hito académico que no tuvo mayor impacto en la estructuración de su pensamiento. Sin embargo, un análisis de sus escritos y de su accionar nos lleva a plantear la idea de que, en cuanto al tema de las relaciones entre los diversos modos de producción de la verdad, hay más cercanías con el pensador alemán que con el líder chino. Lo que digo es que Guzmán era más iluminista y realizaba una comprensión del entorno con una noción de sujeto abstracto-deslocalizado, o sea un acercamiento más epistémico occidental que el que realizaba Mao. Obviamente, estoy dejando a un lado los temas estrictamente ideológicos y políticos que son decisivos en el maoísmo. Tampoco ignoro que, finalmente, Mao no escapaba del proyecto occidental del socialismo. Pero en el aspecto precisado arriba -la relación entre los modos de producción de la verdad-, existe una diferencia que no es menos importante: Mao, a pesar de los límites que le impuso el occidentalismo era un dirigente muy compenetrado con la cultura de su pueblo, por ello su marxismo resultaba más significativo para la militancia campesina. Sus obras están pobladas de fábulas, mitos y leyendas populares, como “El viejo tonto de las dos montañas”, un relato que le sirve para hacer una ilustración del poder de la voluntad, mientras que Guzmán para los mismos fines recurre a la Novena Sinfonía de Beethoven. Mao apela también a la historia china, por ejemplo, al hablar de dos líderes campesinos del siglo VIII, los “insurrectos errantes”, para criticar las guerrillas aisladas de su propio tiempo; Guzmán recurre a Macbeth de William Shakespeare. Mao extrae frases de La Crónica de los tres reinos, novela escrita en el siglo XII, y de una obra más antigua: el Tao Te King del pensador chino Lao Tse. Nada parecido encontramos en Abimaél Guzmán. Si admira a Vallejo es por su militancia comunista, no por la profundidad intimista, el quiebre sintáctico o la resignificación/invención de las palabras que podemos ver en Trilce. El nivel argumentativo de Guzmán es aplastantemente conceptual y racional, carente de lazos con la cultura popular. Quizás sea cierto que con Sendero “el marxismo se expresa en quechua”, pero eso no significaba que se alimentaba de la tradición, como en el caso de Mao donde la fábula en sí misma encierra una verdad. Y con esto volvemos nuevamente a Kant. Por supuesto, Guzmán no coincide con la teoría kantiana y el objetivo de su tesis es demostrar la materialidad del espacio, como buen marxista-leninista. Pero hay varios puntos en común, además de un interés especial por la geometría. Uno es el determvinismo. La filosofía de la historia de Kant –precursora del evolucionismo del siglo XIX–, consiste en un encadenamiento lógico donde el concepto de necesidad es imprescindible para entender la dialéctica entre el carácter social y la insociabilidad del ser humano que nos ha llevado conflictivamente a partir de la naturaleza por una línea de progreso que inevitablemente desembocará en una sociedad armónica. Pero en Guzmán el relato determinista se alarga en el pasado hasta los 15 mil millones de años (el big bang) y en el futuro hasta la sociedad de la gran armonía (el comunismo), a la que por necesidad estamos marchando. Otro punto en común con el iluminismo Kantiano es la construcción de un sujeto de conocimiento en estado puro, dotado del poder de la razón y además carente de historicidad. En el caso de Guzmán, no hay mayor condicionamiento que el teórico-ideológico (ni si quiera el condicionamiento de clase, típico de los sociólogos marxistas, es tan importante como lo teórico-ideológico). De ese modo la verdad se obtiene a partir del empleo adecuado de la teoría y la razón en el trabajo con la realidad. Finalmente, ambos tienen una concepción epistemológica no solo iluminista y occidentalista, sino también machista. No hablo del feminismo político que sí lo había en Sendero Luminoso, aunque aquí diré también que en este aspecto era más racional que el feminismo de los maoístas chinos atento a las demandas del cuerpo femenino, lo que nos remite nuevamente a lo epistemológico como marcador de las diferencias entre uno y otro maoísmo. Cuando Kant afirmaba que la razón estaba por encima de los Pirineos, se refería básicamente a la mitad de la población de esa región, o sea a los hombres (como bien han precisado varios estudiosos). Kant ha embellecido el conocimiento científico (dice Deleuze) con cualidades masculinas, ha favorecido a lo suprasensible en perjuicio de lo sensible. La solidez, el razonamiento “penetrante” son superiores a la pasión o la intuición asociadas con lo femenino, idea que luego repitieron positivistas y, por supuesto, marxistas-leninistas. Guzmán ha operado de modo similar (sexualizadando, masculinizando) lo que él cree es la epistemología de Mariátegui: 

"[Mariátegui] toma el marxismo-leninismo y lo introduce y lo funde en nuestra realidad, lo mete en nuestra patria, lo encarna en nuestro suelo, y al encarnarlo, introducirlo, al penetrarlo en nuestra patria con el marxismo, nos alumbra con un pensamiento que aún sigue vigente".

Estas ideas, expuestas en 1968, son la base para comprender la instrumentalización de comunidades campesinas y pobladores de las ciudades del país. Instrumentalización similar, aunque en otra dirección a la ejercida por terratenientes, capitalistas y sus políticos. La verdad es que en Abimael Guzmán confluyen varias historias: el marxismo-leninismo, el maoísmo y en general la epistemología occidental que tiende a la instrumentalización de la diversidad de sujetos. Socialismo científico y capitalismo científico, y su versión última el neoliberalismo, son parte de una misma historia de la modernidad mundial y de la modernidad peruana en particular. Las respuestas discursivas alternativas al terror, siendo meritorias, no salían de ese marco conceptual donde lo pasión es irracional, la emoción no es inteligente y requieren “del marxismo y su capacidad de razonamiento” (como creía Flores Galindo). Hoy no podemos pensar de esa manera, no solo en lo que concierte a lo epistemológico sino también a lo político, porque lo primero conduce a instrumentalizar lo emocional, lo popular y de paso distorsionar lo femenino, a considerarlos (como se hace con el quechua) como medios, instrumentos, y no como portadores de verdad, y lo segundo (lo político) a buscar la destrucción de lo acertado que puedan contener posturas ideológicas distintas, como lo hacen recíprocamente el marxismo y el neoliberalismo. (ARZ, 20/09/21)