¿Ley de Negacionismo o Colonización de la Memoria Histórica?
Juan Jiménez Mayor
es el controversial primer ministro del presidente Ollanta Humala, que
haría del Perú el primer país del continente en penar el pensamiento y
opinión libres.
Este ministro ha propuesto una infeliz “Ley de
Negacionismo” que sancione penalmente a todo ciudadano peruano que
niegue que las agrupaciones “Sendero Luminoso” (“SL”) y “Movimiento
Revolucionario Tupac Amaru” (“MRTA”) llevaron a cabo actos de terrorismo
(1).
Tuvo además el desliz de incluir en ese absurdo el término
“subversión” cual sinónimo de “terrorismo”, hecho que sin ser negativo
en sí, obligaría sin embargo que el alcance de “la ley” englobe a
extranjeros –como veremos adelante-.
La controversia además ya
comenzó cuando obvió proponer para la misma “ley” los actos de
terrorismo llevados a cabo por gobiernos del Perú desde 1980,
estableciendo con ello la dicotomía “terrorismo malo” y “terrorismo
bueno”.
Todas esas ligerezas hacen presumir que en realidad lo
que en el fondo pretende “la ley” es estigmatizar a todas las corrientes
políticas progresistas sometiéndolas al escrutinio de una “santa
inquisición” del terrorismo.
El dislate que Jiménez pretende
“legislar” obliga a conocer que el negacionismo es una corriente
filosófica, como tantas existentes dentro del ámbito del libre
pensamiento.
En su definición más elemental “es la distorsión
ilegítima del registro histórico, de tal manera que ciertos eventos
aparezcan de forma más favorable o desfavorable”.
Deborah
Lipstadt dice del negacionismo que “no es necesario perder el tiempo o
el esfuerzo en responder a las alegaciones de los negacionistas; sería
un nunca acabar de responder a los argumentos planteados por los que
libremente falsifican los resultados”.
Pero en el país existen
innumerables ejemplos de negacionismo desarrollados no sólo por personas
o grupos de ciudadanos, sino principalmente por gobiernos de la nación.
Y en ellos los casos específicos de “la subversión” y “el terrorismo” a partir de 1980, merecen una mención especial.
Un
peruano cualquiera tendría que estar fuera de juicio para negar los
actos de terror desarrollados en el Perú por “SL”, el “MRTA” y el Estado
también.
Pero más aún lo debe estar, si es que considera como
inconexas su gran logística y su acción de terror a nivel nacional, con
la nada oculta subversión foránea que apoya éstas.
Prueba de ello
sería lo afirmado por el investigador ruso Daniel Estulin que en el
atentado terrorista de Tarata (Miraflores, Lima, Perú, 1992), la DEA
proporcionó una bomba de uranio empobrecido que permitió que la
explosión fuere de esa magnitud (2).
El negacionismo en el Perú
sobre subversión y terrorismo es en gran parte obra de los tratadistas
llamados “senderólogos” y de los medios de comunicación social.
Estos
centraron esfuerzos sólo en describir con morbo “el terrorismo”,
desdeñando ahondar en “la subversión” que fomentaba esos actos.
Uno
de los pocos en profundizar este aspecto fue el sociólogo peruano
Washington Huaracha Apaza (Andreo Matías), con su estudio “CIA, Sendero
Luminoso, Guerra Política”, publicado en 1986 en Lima (3).
Y
comprender la subversión y el terrorismo en el Perú implica remontarse a
la “etapa macartista” de la política de los EE.UU. encaminada a
perseguir todo aquello que estuviese relacionado con el comunismo y
socialismo, o con la ex URSS y China.
Uno de los métodos
utilizados por los EE.UU. para tal fin fue la agresión subversiva con
movimientos de “falsa bandera” denominados “comunistas” –“leninistas” o
“maoístas”- para desarrollar guerras políticas sanguinarias que crearan
el repudio ciudadano en el mundo contra la doctrina marxista.
Inteligencia
peruana encargada de seguir de cerca las acciones de la CIA alertaba ya
en 1977 sobre una “guerra de baja intensidad” que ésta alistaba contra
el país por su identificación con el socialismo del ex presidente Juan
Velasco Alvarado (1968-1975).
“SL” y el “MRTA” sólo habrían sido el logro a tales esfuerzos, así se insista en entrever sus supuestos orígenes “nacionales”.
“Sendero
Luminoso v.1.0” (1980-1994) fue la copia fiel en el Perú de la
organización subversiva “Khmer Rouge” que diseñó EE.UU. para Camboya, la
cual dirigida por Pol Pot llevó a cabo en 1975 un genocidio en ese país
con banderas de “comunismo”.
Pero “Sendero Luminoso v.2.0”
(2006-2012) no sería sino el fruto de la connivencia de los gobiernos
neoliberales de Alejandro Toledo y Alan García con el gobierno de los
EE.UU. de George Bush.
En Junio 2006 en circunstancias de un
orden interno estable y un país sin alteraciones, extrañamente el diario
peruano “Expreso” cambió ese status al “informar” sobre una presunta “reaparición senderista” –la fuente anónima se conjetura fue USAID-.
La
falta de respuesta ante tal “anuncio” de parte del presidente Toledo y
su primer ministro Kuczinsky a un mes de dejar el gobierno, evidenciaría
el complot de éstos.
Más lo evidenciaría la decisión de Alan
García en Agosto 2006 que sin razón estratégica alguna y sin informar a
la ciudadanía, militarizó la región del VRAE y autorizó la presencia de
USAID, DEA y el Comando Sur de los EE.UU. en esos valles cocaleros.
“Sendero
Luminoso v.2.0” reapareció ahora con una renovada faz
“maoísta-narcotraficante” y con tácticas homicidas “mexicanizadas” al
modo de los carteles de drogas, también achacadas al terrorismo que se
quiere penalizar.
Se reiniciaba de este modo la injerencia de
Washington con el viejo “juego de roles” en el que la “ayuda extranjera”
asume “el rol narcotraficante y contra-narcotraficante” –que da
réditos- mientras que “el rol de víctima” encargada de poner la sangre
–la de los soldados peruanos- lo ejecuta “el país ayudado”.
Por
todo ello en nuestro parecer, el absurdo de una ley de negacionismo sólo
intentaría colonizar la memoria histórica de los peruanos subestimando
su inteligencia.
Notas:(1) http://www.larepublica.pe/22-
(2) http://lamula.pe/2011/08/24/
(3) http://searchworks.stanford.
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